Cerro de la Verónica




                                                          CERRO DE LA VERÓNICA


Lugar:
El Cerro de la Verónica se ubica en el municipio de Lerma, México



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Descripción:
Cerro en cuya cima se encuentra un templo con la imagen del “Divino Rostro” y que con seguridad en la época prehispánica estuvo dedicado al culto de Tláloc. En la actualidad los pobladores de la región acuden el 3 de mayo a bendecir las cruces. También acuden personas enfermas a pedir su sanación, para lo cual llevan ofrendas consistentes en frutas, pan, velas y otros alimentos que colocan en las cruces que se encuentran en el camino de ascenso y en el templo.
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Riesgos:
Deformación de su significado original, ya que en la actualidad los jóvenes acuden el 3 de mayo a beber alcohol y tirar basura. Es necesario crear conciencia entre los visitantes, de la importancia del sitio y su significado por medio de pláticas, audiovisuales, etc.
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El cerro, la culebra y el Divino Rostro. Narrativa otomí en la Sierra de las Cruces

"La narrativa indígena de los otomíes de San Jerónimo Acazulco, y en general de los asentamientos de este grupo en la Sierra de las Cruces, posee mitos de origen que dan cuenta de apariciones y transfiguraciones de santos y serpientes en cerros, cuevas y lugares de agua. Así, la constitución simbólica del territorio forma el eje discursivo en que se dan las referencias míticas y los aspectos rituales que aquí referimos.

 Los paisajes rituales que constituyen el escenario de apariciones, relacionan el santuario del Señor del Divino Rostro en el cerro de Hueyamalucan con otros de la zona y con los del Señor de Chalma, Ocuilán y Tepalcingo en la Tierra Caliente, tal y como denominan los acazulqueños a esta última área del Estado de México y Morelos. San Jerónimo Acazulco se sitúa en la ladera occidental de la Sierra de las Cruces, que es un complejo montañoso que separa la cuenca de México y el Valle de Toluca. En la década de 1970, San Jerónimo Acazulco constituía una comunidad campesina con predominio del cultivo del maíz y labores complementarias como la recolección, la confección de objetos de ixtle y la venta de pulque. Posteriormente, sus terrenos ejidales y comunales de “La Marquesa” en los llamados “Valles”2 poco a poco se convirtieron en prestadores de servicios a turistas de las ciudades de México y Toluca con la venta de alimentos, la pesca deportiva, la renta de caballos y de motos, al igual que los paseos en lancha (Barrientos, 2004: 11).

El santuario de Hueyamalucan constituye un centro de peregrinaciones y procesiones propiamente de los otomíes y forma parte de una red de santuarios ubicados en la misma Sierra de las Cruces, entre los que destacan Santa Cruz Tepexpan en el municipio de Jiquipilco, Santa Cruz Ayotusco en el municipio de Huxquilucan, el cerro de la Campana y el cerro de la Verónica en Lerma. Además, estos santuarios se relacionan con los señalados de la zona Tierra Caliente de Morelos. Para peregrinar a los santuarios, los acazulqueños tienen mayordomías que se responsabilizan de organizarlas. Tradicionalmente, una mayordomía se constituye para asistir a los diversos santuarios, pero si se trata de las romerías al santuario de Hueyamalucan en el propio territorio de Acazulco y a Chalma, existen dos. No obstante, actualmente se observa que las agrupaciones que peregrinan a Chalma han aumentado, debido a los diversos gremios ocupacionales que ahora existen. La imagen del Señor de Chalma, por lo tanto, es y ha sido un icono de alta jerarquía. Tanto en San Jerónimo Acazulco, localidad del municipio de San Martín Ocoyoacac, como en otras comunidades de la zona, las peregrinaciones constituyen acontecimientos rituales ampliamente arraigados, en tal medida que las mayordomías de imágenes del templo comunal o de oratorios familiares llegan a denominarse mayordomías de romería. O bien, cuando se refieren a los integrantes de cualquier mayordomía se alude que tal o cual agrupación se encarga de la romería de tal o cual santo.

* Proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio, CNA-INAH. Equipo Regional Estado de México. aytuche@yahoo. com.mx 1 Acerca de los aspectos sociorreligiosos relacionados con los relatos míticos, el aparicionismo y los rituales ligados a procesiones y peregrinaciones, véase Alicia Barabas (2004 y 2006). 2 Se menciona que se han constituido los siguientes valles: Valle del Silencio, Valle de la Loma, Valle de la Viga, Valle Hidalgo, Valle de la Capilla Abierta, Valle del Ricachón y Valle del Columpio. El cerro, la culebra y el Divino Rostro. Narrativa otomí en la Sierra de las Cruces Efraín Cortés Ruiz* QUEHACERES 5 Es por esto que los rituales de Acazulco se encuentran inmersos en redes ceremoniales donde las procesiones y peregrinaciones son parte sustantiva de ellos, por lo que en los trayectos de aquéllas y en los templos se dan las apariciones de los santos patrones o de sus entes guardianes, (la serpiente, el león, el lobo y otros). Se aparecen en forma de personas como San Jerónimo, santo patrón de Acazulco, que según se afirma “se aparece en forma de viejito” en las viviendas de los acazulqueños para recordarles sus deberes o para reprenderlos si incurren en alguna falta. En el ámbito de la propia comunidad se llevan a cabo las celebraciones de la Santa Cruz el 3 de mayo, del “Señor de la Cañita” en el mes de agosto y de San Isidro Labrador, que aparte de venerarse el 15 de mayo, se le rinde culto en tiempos de la cosecha del maíz, cuando también tiene lugar la celebración de Día de Muertos. Por otro lado, además de los altares familiares ubicados en las casas de los distintos grupos domésticos, destacan los denominados oratorios que están en las casas de los mayordomos primeros, donde se resguardan representaciones de imágenes importantes del culto local y de las representaciones de santuarios a donde se peregrina en fechas específicas. Fuera del ámbito local, como ya se dijo, se realizan peregrinaciones a Chalma, a Ocuilan y a Tepalcingo, así como a San Juan de los Lagos y a la basílica de Guadalupe, entre otros santuarios, de los cuales se tienen representaciones en oratorios especialmente instalados en las casas de los “mayores” (primeros mayordomos) de las mayordomías encargadas. Las rutas seguidas por las peregrinaciones a los santuarios de Tierra Caliente coinciden con los caminos que los acazulqueños recorrían para ir a trabajar como jornaleros o las rutas seguidas cuando se dedicaban a comerciar, llevando y trayendo productos de la Tierra Fría a la Tierra Caliente y viceversa. El ir y venir de los acazulqueños, por las dos razones se- ñaladas dieron forma al paisaje ritual conformándolo por lugares y caminos sacralizados que se constituyeron en escenarios de las apariciones de las potencias sagradas ya sea de los santos patrones o de sus “naguales” (representados por diversos animales). Los animales concebidos como potencias sagradas desde la tradición indígena se les ve en apariciones que tienen la facultad de transformarse en personas o animales y seres fantásticos como las sirenas. Tal capacidad de metamorfosis de los santos católicos y potencias divinas de trascendencia indígena refleja la tradición nagualística que prevalece en la zona. La imagen del Divino Rostro3 es venerada en el cerro de Hueyamalucan a pedido del mismo Jesucristo, cuando solicita sea instalada una cruz en la cima del cerro para tomarla como su morada. Sobre ello tratan diversas versiones narrativas como la siguiente: Era un señor que iba al monte a buscar leña para venderla, para tener que comer con su familia. En uno de sus viajes al monte por el cerro de Hueyamalucan encontró a un señor quien le preguntó sobre la razón de su presencia en el cerro: busco leña para vender porque soy muy pobre, le dijo. Está bien le contestó aquel se- ñor y además le pidió: juntas el abono (estiércol) de los borreguitos que están por el monte, los pones en tu ayatito y llegando a tu casa, los pones en una troje, y enseguida lo vas a sahumerear con el sahumerio. Así lo hizo, y al siguiente día encontró que la troje estaba razadita (llena) de maíz. En una segunda ocasión que el leñador fue al monte y encontró nuevamente a aquel señor a quien le dice 3 Seguramente en el proceso de evangelización en la época colonial se utilizaron pinturas de Cristo en la cruz en que aparecían las manos, los pies, el rostro y otros símbolos de la Pasión. Quizá sólo se utilizara el rostro de Jesús puesto en la parte media, por lo que actualmente existen en múltiples casos cruces que únicamente tienen pintado el rostro o bien no tienen otro elemento decorativo.

 DIARIO DE CAMPO 6 que ahora va a buscar un conejo para comer. Después, cuando regresa de buscar el conejo, aquella persona le pide al leñador que regrese al monte en otra ocasión, y que le lleve un pollo, y le pide que le lleve una cruz de madera pero hecha por él mismo, no por un carpintero. A su regreso, en la tercera vez, el leñador estuvo esperando mucho tiempo a ese señor y no llegaba, por lo que decidió prender “la lumbre” para “comer un taco” y retirarse, pero cuando eso hacía llegó el señor, quien le dijo trajiste mi encargo; pues bien vamos a comer y luego llevas la cruz a la cima del cerro y allí la dejas. Después cada 8 días o cada 15 días me vienes a visitar porque adentro de esta cruz voy a estar yo, ese señor con corona, ese soy yo, le dijo. Posteriormente, cuando el leñador regresó, entonces ya estaba la cruz del Divino Rostro tal como está actualmente en el cerro de Hueyamalucan (Cortés Ruiz et al., 2004: 257-258). Como se puede notar, esta narración nos remite a la vida campesina de los acazulqueños cuando el cultivo del maíz era su ocupación básica y cuando llevaban a cabo actividades complementarias como la explotación del bosque al utilizar árboles para leña y carbón, o cuando hacían labores como la cría de ovejas, la cacería y la recolección. Por otra parte, resaltan aspectos de la personalidad y condición social del leñador o carbonero; esta última actividad es con la que se identifica al abuelito en otras versiones que tratan este asunto. Además, el anciano, como persona de la etnia otomí, muestra gran obediencia con su actitud, sobre todo en el segundo encuentro con el aparecido, seguramente porque para entonces ya percibe que se “trata de Dios”, según se dice. Además, ese leñador ya atestiguó que el abono de los borregos se transformó en maíces. Así, el aparecido Jesús ordena al anciano leñador que le lleve un pollo y una cruz que debe colocar en la cima del cerro. La solicitud de comida realizada por el aparecido, así como el acto de sahumerear (sahumar) el abono para la transformación del abono en maíz, constituyen elementos muy significativos del ritual y ofrendas a la Cruz del Divino Rostro cuando se acude al santuario. Tales ofrendas a este icono cristiano se realizan conforme a la tradición indígena, pues tanto como los humanos como las deidades tienen que alimentarse como cualquier persona. Además, en otras narraciones también se habla de la existencia de la cruz del Divino Rostro allí en el cerro de Hueyamalucan, pero el hecho se explica porque el “rayito”, potencia divina indígena, lo puso allí. Si bien la presencia de la Cruz del Divino Rostro es la imagen principal, el ritual refleja la fuerza de la tradición indígena. En ello, no obstante, queda de manifiesto la subordinación de la fuerza divina indígena, la serpiente, pues según se afirma es la guardiana del “Señor del Divino Rostro”. La narración siguiente se refiere a la pareja de serpientes que vivían en el cerro de Hueyamalucan y que las trasladaron a Tierra Caliente; refleja aquella fuerza divina indígena que radica en los cerros y que constituye la fertilidad misma. Se trata de entes divinos que se transfiguran en humanos u otros animales, o en ranas y seres fantásticos (como sirenas): Eran dos serpientes (hembra y macho) que vivían en el Cerrito de Hueyamalucan, no se sabe de donde vinieron porque cuando las descubrieron ya estaban allí; pero vinieron los de Tierra Caliente y se las llevaron. Trajeron ollas, trajeron cebo, cantearon las ollas, y ya que entraron, se las llevaron; y es que los de Tierra Caliente necesitan a las serpientes, porque dicen que donde están esos animales se produce mucho lo que es la caña, la fruta, y por eso se las llevaron. Donde las llevaron dicen que los huertos empezaron a dar abundantes cosechas de fruta y caña. Pero lo que pasó después es que se comían a los terneritos. Las espiaron y comprobaron que eran ellas quienes se los comían. Las gentes del pueblo fueron a matarlas; las balacearon, pero no las pudieron matar porque su concha era muy gruesa, era de acero. Las gentes se fastidiaron y mejor las dejaron. Pero sucedió que, por aquel tiempo, un viejito de Acazulco que viajaba con su burrito, acampó cerca de un pozo antes de llegar a un pueblo que estaba junto. Estando allí, dio de comer a su burrito, se envolvió en su cobija y se durmió. La serpiente macho, que fue a tomar agua y que vio allí a la persona, se la tragó entera; cuando despertó aquel viejito y sintió que estaba dentro de un animal, sacó su navaja y haciendo un agujero abriéndole la barriga, por allí salió. Sin ver de qué animal se trataba se fue al pueblo que estaba cerca a pedir auxilio. Al amanecer, las gentes del pueblo, armados de cuchillos, machetes, y reatas, llegaron al ojo de agua acompañando al viejito, y allí estaba el animal, era una serpiente. Al ver el viejito que se trataba de una víbora, se le enchinó el cuerpo, le dio mucho miedo, y a los tres días se murió.4 4 Respecto a relatos que hacen alusión al origen del Dueño del Maíz, da cuenta una versión: “El joven dios es tragado por un lagarto al acercarse a un río durante su peregrinación a Oaxaca, y escapa rajando la panza

QUEHACERES 7 Después de la muerte de la serpiente macho ejecutada por el anciano arriero, quien muere del susto, la serpiente hembra y su hijo ya no pueden seguir viviendo en Tierra Caliente, por lo que deciden regresar al cerro de Hueyamalucan (su casa), que resulta ser el centro ceremonial de los campesinos otomíes y cuyas ofrendas constituyen “el alimento” de estos númenes. La siguiente secuencia narrativa expone esta situación: La serpiente macho, o sea el hombre, tenía a su mujer (serpiente hembra) y a su hijo viviendo en una barranca. Cuando empezaron a sentir hambre ya no tenían a nadie que les llevara de comer pues había muerto el marido, o sea que había quedado viuda la señora. Qué vamos hacer aquí, vámonos, tenemos que regresar allá de donde venimos dijo la señora, y se regresaron. Al regresar, y al pasar por un lugar que llaman El Arenal, donde le dicen La Esperanza, por allí, unos arrieros que venían se dieron cuenta que venía una señora, venía abrazando un niño, era blanca, güerota, era una señora decente. Los arrieros pensaban que era gente de a deveras, y que le dicen: “Una mujer tan bonita como usted, peligra aquí en el campo, ¿A donde fuiste o de donde saliste, que no nos dimos cuenta?”. Yo vengo de tal parte, a mi marido lo mataron, ahora nos quedamos solos, mi hijo y yo, él nos daba de comer, quien nos va a dar de comer ahora?”, dijo esa mujer. Entonces, al llegar cerca del Pedregal, donde había un ojo de agua, allí decidieron acampar y dijeron los arrieros: vamos a hacer una fogata, para calentar las tortillas y la comida, vamos a comer dijeron los arrieros. Entonces pensaron, esta señora va a ser para nosotros, no hay quien la defienda, pensaban que era mujer de a deveras. Acércate, señora, le dijeron, vamos a cenar. Está bien señor, contestó, nomás dejen enjuagarme los pies porque mira nomás como los traigo llenos de tierra, luego enseguida los voy a acompañar. Se metió al agua la señora y cuando salió, era mitad mujer y mitad pescado, se convirtió en sirena. Los arrieros tuvieron miedo, cargaron sus animales y se fueron. En fin, la serpiente regresó al cerro de Hueyamalucan y se cuenta que allí vive. No obstante, aunque se supone que allí está, lo real es que allí vivió, pero seguramente quien vive allí, es su hijo, pero no está de Dios que podamos verlo o saber de él (Cortés Ruiz, 2007). Sobre esta pareja de serpientes que tenían como hogar al cerro de Hueyamalucan, existen diversas versiones que varían, aunque conservan aspectos comunes. La serpiente simboliza la fertilidad misma, pues en donde se piensa que habitan —como los cerros y las cuevas— se realizan ceremonias para propiciar la fertilidad de las parcelas, sobre todo de las del maíz. Este don, evidentemente, se comprueba al ser llevadas a Tierra Caliente, donde sin embargo no son aceptadas por los perjuicios que hicieron al comerse las terneras. La relación que ha prevalecido entre Tierra Fría y Tierra Caliente queda de manifiesto simbólicamente por los caminos que transitaban los jornaleros y los comerciantes, mismos que recorrían y siguen transitando los peregrinos. Asimismo, también se detecta tal relación en ciertos sucesos que tienen lugar en las fiestas de los santos patrones, por ejemplo las danzas. En cuanto a la danza de arrieros por ejemplo, en uno de los actos ellos traen a Acazulco aguardiente y piloncillo. Asimismo, en el día principal de las fiestas es una tradición que se obsequien cañas de azú- car sin deshojar, traídas precisamente de Tierra Caliente. En cuanto al trabajo de jornaleros que se realizaba en Morelos, simbólicamente se representa en la danza de los cuentepecos, cuya trama precisamente consiste en mostrar el trabajo del corte de caña."




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